El ingreso al jardín

¿Cuándo comenzar con el jardín de infantes o centro de primera infancia?

No hay una única respuesta a esta pregunta. Muchas familias necesitan del jardín para poder trabajar y hacer otras actividades. Algunas optan por esperar algunos años, mientras que otras sienten la presión de su entorno para escolarizar. Pero es muy importante que la decisión de iniciar el jardín sea propia: solo la familia sabrá realmente si su hijo o hija se encuentra en condiciones para esta situación y cuáles son las necesidades de su grupo familiar.

No es un requisito indispensable que un niño o una niña menor de 4 años acuda a un establecimiento educativo, sino una decisión que debe tomarse con responsabilidad.

¿Los niños y las niñas necesitan socializar?

Muchas veces escuchamos decir que las niñas y los niños pequeños necesitan ir al jardín para “socializar” con otros. Pero esto no es totalmente cierto, ya que bien pueden socializar en otros espacios. Aun cuando asistan al jardín de infantes, este no es el único espacio de socialización. Niños y niñas pueden socializar en la plaza, en el mercado o en su propia casa.

Socializar es propio del ser humano y tiene que ver con la interacción con otras personas, sin importar su edad.

¿Cuál es la función del docente o educador?

Durante los primeros años la función principal del jardín no es tanto enseñar contenidos pedagógicos, sino principalmente brindar un espacio seguro de cuidado, sostén y exploración.

La función del docente o educador dentro de la sala es funcionar como figura de apego subsidiaria, es decir, una nueva persona adulta de referencia: alguien en quien el niño o la niña confía y a quien puede acudir si necesita ayuda. Pero construir ese vínculo con una persona requiere de cierto tiempo y experiencias repetidas.

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No es un requisito indispensable que un niño o una niña menor de 4 años acuda a un establecimiento educativo, sino una decisión que debe tomarse con responsabilidad.

Crianza en familia. Nuevos momentos para la familia: el ingreso al jardín, por Ivana Raschkovan